Un productor ganadero y manicero de Córdoba revela cómo combina ambos rubros para lograr una sinergia que optimiza recursos y mejora la calidad de la producción, usando los subproductos del maní como alimento para el ganado.
Para Walter, un productor de la provincia de Córdoba, la combinación de la producción ganadera y la agricultura de maní no es solo una estrategia, sino la clave para una operación integral y sostenible. En su finca, se dedica al ciclo completo de la ganadería, que incluye la cría, recría y engorde, además de contar con una cabaña para la producción de reproductores de calidad. Paralelamente, cultiva maní para exportación y otros granos como maíz, soja, sorgo y girasol, que también utiliza como forraje para sus animales.
El ingenio de Walter radica en aprovechar al máximo cada parte de la planta de maní. Una vez cosechado, el maní en cáscara es procesado, separándose la cáscara del grano. Mientras que el grano se destina principalmente a la exportación, los subproductos industriales son la estrella en su sistema de producción. Las cáscaras, ricas en fibra, y la piel del maní, junto con el expeller, un residuo que queda tras extraer el aceite del maní que no cumple con los estándares de exportación, se convierten en un valioso alimento para sus animales.
El valor nutricional de estos subproductos es la clave de su éxito. El expeller de maní, en particular, tiene un asombroso 45-47% de proteína, un componente fundamental para la dieta del ganado. Walter explica que al combinar la fibra de las cáscaras con la proteína del expeller y la energía que le aporta el maíz, logra una dieta perfectamente equilibrada. Esta mezcla permite una nutrición completa que se utiliza desde la etapa de recría en el campo hasta la terminación en un sistema de engorde a corral.
Este enfoque no solo reduce los costos de alimentación, sino que también contribuye a una producción de carne de alta calidad. La finalización de los animales con esta dieta específica, que incluye los subproductos del maní, resulta en una carne que Walter describe como especialmente sabrosa. Esta simbiosis entre la ganadería y el cultivo de maní demuestra una gestión inteligente y sostenible de los recursos, convirtiendo lo que en otras operaciones sería un desecho en un pilar esencial para la rentabilidad y calidad de su producción.



