El país cuenta con la segunda mayor flota aérea agrícola del mundo, que crece junto al avance de la soja y la caña de azúcar. Drones, helicópteros y sustentabilidad marcan la expansión del sector.
Brasil se consolidó como una potencia en aviación agrícola con una de las flotas más grandes y diversas del mundo. Actualmente, el país dispone de más de 2.700 aeronaves tripuladas, lo que lo ubica en el segundo lugar a nivel global. A este número se suman 31 helicópteros, que hace apenas cuatro años eran solo siete, y más de 21.000 drones registrados para pulverización en 29 cultivos diferentes.
El crecimiento del sector se explica por varios factores. En primer lugar, la productividad: un avión agrícola puede cubrir hasta 400 hectáreas por hora, una tarea imposible de igualar con mochilas manuales, tractores o drones pequeños. En segundo lugar, la expansión de cultivos como la soja —de la cual Brasil es el mayor productor mundial— y la caña de azúcar, clave para la producción de etanol, demandan cada vez más aplicaciones aéreas.
Otro aspecto destacado es el avance en gestión empresarial y formación profesional. Brasil es el único país con una posgrado específico en sustentabilidad, innovación y gestión en aviación agrícola. Más de 85 empresarios ya se capacitaron o están en proceso de formación, gracias a programas desarrollados junto con universidades y el Sindicato Nacional de Empresas de Aviación Agrícola (Sindag).
El marco regulatorio también acompaña este crecimiento. Desde 1969, la actividad cuenta con normas federales y, en la actualidad, está supervisada por al menos cinco organismos, entre ellos el Ministerio de Agricultura, la ANAC y el IBAMA. Existen requisitos estrictos para pilotos, ingenieros agrónomos, técnicos, además de protocolos ambientales para el lavado de aeronaves en patios autorizados.
Según el sector, la aviación agrícola aporta más de 17.000 millones de dólares solo en cinco cultivos, cifra que crece si se suman los 29 en los que participa. Pese a los cuestionamientos y la difusión de información falsa, referentes destacan que la actividad es segura, estratégica y fundamental para sostener la competitividad agrícola de Brasil.



