Investigadores del INTA Marcos Juárez destacan la importancia del análisis de suelo para determinar la fertilización con nitrógeno en cada lote de trigo, optimizando el rendimiento del cultivo.
Este año, hacia fines del verano y comienzos del otoño, se registraron lluvias que recargaron bien el perfil del suelo, alcanzando hasta 1,5 metros de profundidad. Se acumularon 235 mm en lotes que venían de soja y 219 mm en los de trigo-soja. Además, se contabilizaron alrededor de 38 heladas hasta el momento. En esta zona, los trigos suelen implantarse a fines de mayo, y las heladas más intensas de julio encontraron al cultivo en estado de macollaje, una fase en la que el trigo tolera mejor las bajas temperaturas. Ante este panorama, el equipo de investigación del INTA Marcos Juárez brinda recomendaciones para optimizar los rendimientos del trigo mediante una adecuada fertilización.
Vicente Gudelj, investigador de la EEA INTA Marcos Juárez, explicó que “el agua es el factor clave para el rendimiento del trigo, sobre todo la que se acumula antes de la siembra, ya que ayuda a superar el período de pocas lluvias entre el final del invierno y las primeras lluvias de la primavera”.
El equipo del INTA sugiere analizar cada lote en particular para determinar la necesidad de fertilizar o re-fertilizar con nitrógeno, según los análisis de suelo y las condiciones del cultivo.
“La fertilización nitrogenada es ideal en la pre-siembra o durante la siembra si contamos con una sembradora que permita su incorporación. Si se realiza en macollaje, dependerá de una lluvia para que el nitrógeno se absorba”, detalló Gudelj.
Los nutrientes principales que responden a la fertilización en trigo son el nitrógeno (N), fósforo (P) y azufre (S), mientras que el zinc (Zn) ha mostrado, en ocasiones, un aumento de rendimientos al ser aplicado. Los valores críticos de fósforo en suelo van de 12 a 20 ppm, y para el azufre, entre 7 y 10 ppm de S-SO4. “Si el análisis del suelo muestra valores menores, es necesario fertilizar, ya que la planta requiere estos nutrientes desde el inicio”, indicó Gudelj.
Para el nitrógeno, se recomienda sumar el disponible en el momento de la siembra y el del suelo, que puede mineralizar entre 120 y 160 kilos por hectárea durante el ciclo del cultivo. Lo que falte se debe aportar mediante fertilización.
Gudelj agregó que, al usar fertilizante líquido como UAN, debe aplicarse temprano en el macollaje para minimizar daños por quemaduras. También sugirió seguir los pronósticos climáticos para aplicar el fertilizante antes de lluvias, mejorando su incorporación.
En la región se desarrolló una fertilizadora que aplica nitrógeno líquido perpendicular a la línea de siembra, permitiendo una eficiente incorporación durante el macollaje sin depender de lluvias. Para aumentar el porcentaje de proteína en grano, se puede aplicar nitrógeno después de la hoja bandera, con UREA en solución de bajo biuret y baja toxicidad, no excediendo los 20 kg/ha.
Ante una campaña marcada por La Niña y precipitaciones escasas, es esencial asegurar una buena recarga hídrica en el perfil del suelo. “Debemos cuidar esas reservas con un buen control de malezas y usando eficientemente la tecnología en las aplicaciones, suprimiendo cultivos de cobertura a tiempo para dejar más agua disponible para el cultivo de verano”, concluyó Gudelj.