El cultivo de colza, demandado por la industria de biocombustible, mejora rendimientos en secuencias agrícolas y facilita el control de malezas.
Con la llegada del otoño, los productores planifican los cultivos de invierno, y la colza emerge como una alternativa en crecimiento. Su demanda aumenta por su uso en biocombustible, especialmente para el transporte aéreo. Además, su inclusión en rotaciones beneficia los cultivos siguientes, como la soja, que muestra mayores rendimientos tras la colza.
Entre sus ventajas, destaca el control más económico de malezas como el ryegrass o la avena fatua, gracias al uso de graminicidas. También ayuda a cortar ciclos de plagas y enfermedades al alternar especies. La rentabilidad del cultivo, sumada a los beneficios para los cultivos posteriores, la convierte en una opción atractiva.
Para una implantación exitosa, es clave planificar la gestión de rastrojo y malezas, dado el tamaño pequeño de la semilla. Además, seleccionar el ciclo adecuado del cultivar es esencial, para lo cual se recomienda asesorarse con el INTA o semilleros. El año pasado, el INTA y la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) impulsaron investigaciones y un simposio nacional sobre colza, cuyas charlas técnicas están disponibles en YouTube.